México en una encrucijada

Ha-Joon Chang

EN TÉRMINOS ABSOLUTOS México se ha mantenido básicamente en el mismo nivel de desarrollo que en la década de los noventa del siglo pasado. En 1991 obtenía el 36 por ciento de la inversión que colocaba Estados Unidos en el mundo; para 2006 esta cifra había caído en 11 puntos porcentuales. En 1971 México tenía un ingreso per cápita cuatro veces más alto que el de Corea; actualmente se ha reducido a la mitad con respecto a Corea. ¿Qué sucedió?

EL CAMINO NEOLIBERAL RECORRIDO

En los últimos 25 años a México se le ha recomendado no aplicar políticas como las que se llevaron a cabo en la etapa de sustitución de importaciones; que debía adoptar políticas ortodoxas como las de mantener baja la inflación, liberar al capital, ejercer el libre comercio; que requería abrir de par en par sus puertas a la inversión extranjera y dar mayor protección a la propiedad inte-lectual, sin olvidar que era necesario aplicar un poco de política social en beneficio de los más débiles. Pero básicamente debía hacer eso, pues el mercado mismo se encargaría de lo demás.

Y, como sabemos, México siguió muy fielmente esta receta. ¿Cuál ha sido el resultado? Sí: la inflación ha bajado, pero podemos decir que México nunca fue realmente un país con grandes problemas de inflación. Sí: la inflación bajó, pero se experimentó una crisis financiera muy importante en 1994 y la tasa de crecimiento no ha sido de ninguna manera estable.

El crecimiento económico ha sido bajo. En décadas pasadas, cuando se vivió un proceso de hiperinflación –como en 1975 y en 1982–, el crecimiento fue de 3.1 por ciento. Y también se dio la crisis de la deuda, pero aun así el país creció.

La realidad es que México vivió una desindustrialización prematura. Es una regla que los países pierden industria cuando se desarrollan, pero México perdió industria mucho antes, y de mayor calado que el sufrido por otros países. Un dato da cuenta del fenómeno en forma clara: el nivel de productividad del país, de más de tres por ciento en los años 40 a 70 del siglo pasado, no ha sido ni siquiera del uno por ciento por año desde la década de los noventa.

Otro dato relevante: la pérdida de cuantiosos empleos por motivos de la referida desindustrialización. Todo esto ha creado mayor vulnerabilidad. No por casualidad México es uno de los países con menor crecimiento en 2009, y eso a pesar de no tener una crisis financiera local. ¿Por qué? ¿Qué corresponde hacer?

EL FUTURO DE MÉXICO

Viendo el asunto desde una perspectiva meramente económica, puedo decir que el futuro de México es triste. Pero tendremos mejores condiciones de aquilatar ese futuro si vemos su pasado más de cerca, al tiempo que comparamos dicho pasado con el de otros países. Y en ello hay algo que vale la pena resaltar: que ninguno de los países poderosos del planeta se ha vuelto rico aplicando las políticas ortodoxas de sello neoliberal.

En 1958 Japón trató de exportar un tipo de autobús de pasajeros a los Estados Unidos; y éste era un autobús de la Toyota. Se trataba de un vehículo tan barato que, se decía, era posible comprarlo con el cambio que a uno le daban en las compras del supermercado. Desafortunadamente el negocio fue un fracaso total, lo que obligó a retirar el producto del mercado estadounidense. Cuando regresaron el vehículo a casa, se dio un debate en Japón. El Banco Central de ese país explicó el fracaso por la pretensión de entrar al juego del mercado (mundial) automovilístico en condiciones de plena liberalización. De hecho, la contraparte negativa para los japoneses era que su propio mercado estaba dominado por dos compañías norteamericanas: la General Motors y la Ford. Pues frente al fenómeno de ese intercambio tan oneroso decidieron expulsar a dichas empresas norteamericanas de su mercado nacional. Y para 1968 ya las habían eliminado.

Hoy en día esto suena bizarro, pues pensamos que los autos japoneses son tan “naturales” como el vino francés y el tequila mexicano. Hace unos cincuenta años no se pensaba siquiera que la producción de autos japoneses pudiera existir. Ahora sabemos que la industria automotriz japonesa siguió creciendo vertiginosamente. Y lo demás ya es historia.

Lo que los japoneses trataron de hacer en ese entonces es lo que ahora se concibe como protección a la industria naciente, basándose en la idea de que algunas economías necesitaban proteger y nutrir a sus jóvenes productores para que pudieran defenderse por sí solos y ser competitivos en el futuro. Poca gente lo sabe, pero la persona que inventó este concepto era estadounidense. Y no cualquier estadounidense: Alexander Hamilton, quien fuera el primer secretario del Tesoro o ministro de Finanzas de los Estados Unidos. Pero fue en el Congreso de ese país donde se desarrolló esa teoría de protección a la industria naciente, con subsidios tarifarios, desarrollo de la banca de fomento industrial, inversión en infraestructura y muchas otras medidas. Al hacer esto se contradecían los consejos de varios economistas del mundo, desde que ello fuera planteado por Adam Smith. Y ahora esas economías desarrolladas nos están diciendo: “Es malo que los países –como México– protejan a su industria”; “El libre comercio creará por sí solo los equilibrios necesarios”. Y agregan: “¿Quién eres tú para creer que puedes sabotear tu propio desarrollo basándote en el proteccionismo?”.

Inglaterra y Estados Unidos, países que han promovido tratados de libre comercio, fueron hogares fundadores del proteccionismo. Y es interesante observar además cómo Francia y Japón eran aún más protec- cionistas.

MAXIMIZAR LAS CAPACIDADES TECNOLÓGICAS Y DE ACUMULACIÓN

Si fuera posible presentar una propuesta, diríamos que, dentro del marco de un esquema de planificación, se requiere encontrar formas de maximizar lo que llamo capacidades tecnológicas y de acumulación, para lo cual se necesita ubicar las diferencias en lo que a capacidades tecnológicas se refiere.

México debe pensar muy en serio en el desarrollo de su tecnología. Finlandia invierte 3.5 por ciento del PIB en investigación y desarrollo. Corea invierte el 3 por ciento. China invierte 1.2 por ciento porque sigue siendo un país pobre, pero aún así el PIB de China es enorme.

México ni siquiera invierte el 0.5 por ciento. ¿Qué van a hacer? México requiere más inversión pública en investigación y desarrollo. Y lo tiene que impulsar el gobierno, pues las empresas privadas no tienen el capital necesario para ello. En el caso alemán, italiano o japonés se optó por ese camino.

El desarrollo de tecnología requiere de inversiones vigorosas. Durante los periodos de crisis se antoja difícil invertir en investigación y desarrollo tecnológico por la crisis de la deuda. Pero a pesar de ello ése es el camino que tienen que seguir.

Hay que reducir la dependencia extranjera en este asunto, así sea muy difícil por la presencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Y probar la exportación. Necesitan una nueva legislación en la industria de la exportación. Y encontrar una manera de medir el desempeño de las compañías que están recibiendo subsidios del gobierno, pues muchas de ellas no hacen gran cosa para elevar la productividad. ¿Cómo van a lograrlo? Estos y otros temas los abordo en mi libro Pateando la escalera.

CONCLUSIONES

Vivimos el principio del fin de la hegemonía del dólar. Un dato significativo: ahora las reservas extranjeras se encuentran en 60 por ciento, cuando, a diferencia de lo que sucedía en las décadas anteriores, existe en la actualidad una moneda increíble que es el euro. Si Gran Bretaña decide unirse al euro –no va a ocurrir ahora, pero tal vez sí en unos cinco años–, esta moneda será más fuerte que el dólar.

En cuanto a la política anti-cíclica, es claro que el corto plazo y el largo plazo deben embonar. De inmediato, si de lo que se trata es de potenciar la demanda efectiva –como planteaba Keynes–, abriendo hoyos para luego taparlos, pues eso es lo que hay que hacer. En el corto plazo eso es tan bueno como invertir en infraestructura o invertir en investigación y desarrollo.

En México tal vez tengan que proteger al sector bancario de la participación extranjera. Pues una vez que se pierde el control sobre el sector bancario es difícil generar inversión para el desarrollo interior. Hay que aceptar que no existen soluciones rápidas ni mágicas. Cuando empleo el término “a largo plazo” estoy hablando de un mínimo de 20 años. Claro, si planifican con tal anticipación se darán cuenta que es muy diferente de lo que habían creído al principio.

¿Se debe dar protección y subsidios a las empresas? Sí, en la medida en que lo que dichas empresas produzcan sea socialmente benéfico. ¿El Estado tiene que intervenir para generar algún tipo de control en esas empresas? Sí, porque están siendo beneficiadas con recursos públicos. No debe haber protección sin intervención.

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