LOS INFRA Y ALGO MÁS

Julio Moguel:

Creo que hoy es del mayor interés para los que aman la buena letra tener ideas más aproximadas sobre “el factor Bolaño” —y lo que se denominó el movimiento o el grupo Infrarrealista—, pues ha logrado por una u otra vía sentar un significativo precedente en la literatura nacional y aun en la universal (las novelas de Roberto Bolaño, por ejemplo, ya han sido traducidas a diversas lenguas). Tú fuiste uno de los fundadores del grupo y te mantienes vivo y activo en el terreno de la producción poética y de la crítica literaria. ¿Qué nos puedes platicar al respecto?

José Vicente Anaya: En 1974, después de que se deshizo la revista Poesía Militante, un grupo de poetas —en el que se encontraba Lorena de la Rocha, Mara Larrosa, Carlos Rodolfo Rodríguez de Alva y Víctor Monjarás-Ruiz—
formamos un grupo que se reunía semana tras semana,
a manera de taller, para leer nuestros trabajos y también a otros muy diversos poetas de acá y de otras partes del mundo. Sosteníamos entonces que la poesía debía estar ligada a la vida real, alejada de ejercicios meramente especulativos, por lo que presumíamos de ejercer un cierto vitalismo poético. Para ese entonces yo ya había empezado a traducir a poetas de la generación beat como Allen Ginsberg y Gregory Corso. En ese tiempo yo compartía un departamento con el poeta venezolano Enrique Arenas (por él leímos a muchos poetas de su país), en la calle de Nueva York de la colonia Nápoles, domicilio que recibía visitas frecuentes de otros poetas como Vera Larrosa, Ramón Méndez y Felipe Aguirre.
De 1974 en adelante, además de los poetas que he mencionado, coincidíamos en fiestas, en bares y en el Café La Habana con poetas como el nicaragüense Julio Valle-Castillo, el ecuatoriano Fernando Nieto Cadena, la argentina Diana Valessi, los mexicanos Cuauhtémoc y Ramón Méndez, Sergio Loya, Mario Santiago (quien más tarde se agregaría el apellido de Papasquiaro, el pueblo en que nació José Revueltas), Lisa Johnson, Uriel Martínez, Jesús Luis Benítez (“El Buquer”), Estela Ramírez, Saide Sesín, Darío Galicia, Orlando Guillén, el argentino Jorge Boccanera, los chilenos Roberto Bolaño, Bruno Montané, Juan Esteban Harrington. También entraban en la lista artistas plásticos como Carla Rippey y Rodolfo Zanabria (Monjarás-Ruiz también es pintor). Entre todos los mencionados hasta aquí se encuentran los 20 que fundamos el grupo Infrarrealista, así como los que fueron —digámoslo así— amigos y simpatizantes del grupo, en algunos casos, como es natural, con sus definidas divergencias.
En 1975 comenzamos a hacer reuniones frecuentes para discutir sobre la posibilidad de formar un grupo de poetas que marcara claras diferencias con aquellos que se encontraban apegados al status quo de la cultura mexicana. Nuestras inclinaciones estaban por el lado de una poesía apegada a la vida y a la rebeldía; nuestras simpatías se cargaban hacia los poetas de la generación beat, los pop de Liverpool y los eléctricos de París. Sin que estuvieran ausentes los futuristas, los dadaístas, los surrealistas, etcétera.
El grupo original del Infrarrealismo fuimos Lorena de la Rocha, Lisa Johnson, Mara Larrosa, Vera Larrosa, Gelles Lebrija, Estela Ramírez, Guadalupe Ochoa (empiezo a mencionar a las mujeres porque muchas de ellas han sido olvidadas, incluso por los hombres del grupo), Víctor Monjarás-Ruiz, Ramón Méndez, Cuauhtémoc Méndez, José Peguero, Rubén Medina, Darío Galicia, Mario Santiago, Jorge Hernández (“Piel Divina”, creo que el apodo se lo puso Mara), José Rosas Rybeiro, Roberto Bolaño, Bruno Montané, Juan Esteban Harrington y yo.
JM: Roberto Bolaño se ha convertido en los últimos tiempos en un novelista con reconocimiento importante en el nivel internacional. ¿Qué nos puedes decir sobre él y su relación con los infra? ¿Qué, sobre la relación entre él y tú? ¿Fue él quien fundó el grupo? ¿Qué papel tuvieron otros personajes?

JVA: Es mucho lo que se ha dicho del Infrarrealismo y de Roberto Bolaño en periódicos, revistas y en los circuitos del ciberespacio. Entre otras razones, por la fama de sus novelas Los detectives salvajes y 2666. Hay quienes aseguran que el Infrarrealismo fue fundado o inspirado por él. Pero las cosas no fueron tan simples. Fue de hecho una decisión de varios: de quienes decidimos asociarnos para tratar de generar una alternativa del ser y del quehacer en la literatura frente a aquellos que considerábamos conformistas y malandrines de mala pluma, fabricantes muchos de ellos de textos insustanciales.
Yo aprecié la amistad y las coincidencias rebeldes con Roberto Bolaño, igual que con las otras y los otros poetas que conformamos el grupo. El Infrarrealismo nació porque había un ambiente de inquietudes y de grandes rebeldías en toda América Latina. Desde mediados de los años sesenta el continente era un polvorín.
Conocí a Bolaño años antes de constituir el grupo. Te cuento la historia de manera muy breve. Yo vivía en un pequeño departamento de la colonia Condesa, donde, después del desayuno, solía permanecer en la mesa cafeteando con mis lecturas y escrituras, al lado de la puerta que mantenía abierta. Uno de esos días aporreaba la máquina de escribir (que todavía guardo conmigo) cuando la puerta se llenó con la figura de un tipo flaco, con gabardina oscura y de cabellos largos que me dijo: “Soy un genio”. A lo que yo respondía: “¡Ah!, yo también soy un genio. Pasa, te invito un café”. Era Bolaño. Se sentó y compartimos el café. Me dijo que andaba buscando poetas que fueran diferentes a los del medio conocido; que el poeta Luis Antonio Gómez (te recuerdo que con él formamos el grupo de Poesía Militante) le había dado mis referencias.

JM: ¿Y cómo se formó el grupo?

JVA: El grupo se formó después de muchas pláticas en fiestas y en reuniones en cafeterías, cafés de chinos y algunos bares del centro de la ciudad. Recuerdo varias fiestas en el departamento donde Vera y Mara vivían con sus padres y hermanos en Avenida Universidad. Aquel grupo de 20 y algunos más era muy festivo; la vida cotidiana la tomábamos por el lado lúdico.
Las reuniones para formar el grupo e ir llevando acuerdos de nuestras propuestas se realizaron varias veces en nuestros departamentos, donde Bruno vivía con sus padres, otras en mi departamento de la Nápoles, y de manera informal en el Café La Habana (donde conocí por cierto al español Juan Cervera, del segundo exilio por su militancia antifranquista, quien fue el editor y prologuista de Pájaro de calor. Ocho poetas infrarrealistas, la primera edición y única que muestra el momento de nuestro auge: 1976).

JM: ¿Y por qué 1976 fue el año de auge del grupo Infrarrealista?

JVA: Por la edición de Pájaro de calor…, la lectura que hicimos en Casa del Lago, y las que tuvimos cada viernes —durante dos meses— en el foro de la librería Gandhi, programadas por José Luis Rangel.

JM: Me dejas intrigado, ¿podrías decirme algo más sobre el proceso de formación del grupo, y sobre lo que siguió a partir de su formación?

JVA: Recuerdo que en mi departamento discutimos el nombre que le pondríamos al grupo. Hubo varias propuestas, una que lo llamáramos Vitalismo. Bolaño propuso que fuera Infrarrealismo, con el argumento de que en las novelas de ciencia ficción los hoyos negros también eran llamados galaxias infrarreales, y que debido a su enorme concentración de energía se calculaba que en ellas sucedían las cosas más extraordinarias que pudieran llegar a imaginarse, y que así deberíamos considerarnos los nuevos poetas. Fue con esta idea que el grupo adoptó ese nombre.
A finales de 1975, también en mi departamento, discutimos la necesidad de darnos a conocer con un manifiesto. En esta ocasión Bolaño y yo tuvimos una divergencia. Yo propuse que cada uno de los miembros del grupo escribiera un manifiesto, y que no importaba que se expresara un cúmulo de ideas caóticas y aun opuestas pues eso sería más significativo y atractivo, además de que ello permitiría que todos tuvieran voz. Bolaño se opuso, y dijo que él escribiría el manifiesto porque sólo él sabía lo que era el Infrarrealismo. Mario Santiago tampoco estaba de acuerdo en que hubiera un solo manifiesto, así es que finalmente se escribieron tres versiones. Es por ello que existen tres manifiestos escritos en el mismo tiempo, aunque fueron divulgados de manera desigual. Esos tres manifiestos son diferentes entre sí, pero los une el hecho de que representan sobre todo un grito de rebeldía expresado de tres formas...

JM: ¿Cuáles fueron algunas de las acciones desplegadas por el grupo de los infra en aquellos tiempos de su buena salud?

JVA: El Infrarrealismo tuvo una vida corta pero muy intensa. Te puedo decir que de 1975 a finales de 1977 sucedieron sus mejores hechos. Los sabotajes a varias de las aburridas conferencias o aburridas lecturas de poesía (“sabotajes” que yo prefiero llamar performances) se dieron con un espíritu festivo y crítico, radical. En ese tiempo los escritores del status quo (viejos y jóvenes, de derechas e izquierdas) nos anatematizaron, y quisieron desaparecernos de la vida cultural. Solían decir que éramos unos “terroristas”. Al respecto, hace como un año en entrevista con un canal de la televisión de Nueva York (se puede consultar en youtube) Carmen Boullosa confesó que ella formaba parte del grupo de Octavio Paz y que hicieron todo por excluirnos de los periódicos, revistas y editoriales del momento. Desde luego que hubo performances de todos los tonos posibles cuyas formas y consecuencias también fueron variables. Tal vez el mejor performance fue el que algo tarde encabezó “El Buquer” en una lectura de Octavio Paz y David Huerta (la reseña de dicha circunstancia quedó grabbada en el periódico Unomásuno del viernes 25 de enero de 1980.

JM: ¿Y cuándo consideras que terminó el Infrarrealismo? Existen varias versiones al respecto.

JVA: Mi opinión es que el Infrarrealismo como tal terminó en 1977, aunque Mario Santiago siguió enarbolando el proyecto. Y digo eso porque en ese año sucedió lo que he llamado nuestra diáspora: Bolaño y Bruno se fueron a España; Peguero se dedicó a estudiar cine, y que yo sepa no volvió a publicar poesía; Guadalupe se dedicó a estudiar antropología; Lorena de la Rocha, que ya era concertista de guitarra clásica y formó grupos de música renacentista y de teatro, publicó Pájaro hembra, interesante libro de poesía; Lisa Johnson se había retirado mucho antes y se dedicó a estudiar biología; Juan Esteban Harrington me dijo un día que regresaría a Chile para dedicarse al cine; Vera actuó en interesantes obras de teatro; los hermanos Méndez regresaron a Morelia, donde pusieron una panadería y más tarde ejercieron un buen periodismo crítico; Rosas Rybeiro se fue a Londres y después a París (donde ahora vive); “Piel Divina” se fue a París; Gelles Lebrija decidió viajar y años más tarde supe que trabajaba en Tijuana en un restaurante argentino; Mario Santiago hizo un largo viaje por Europa e Israel; Víctor se ocupó más de su vocación por las artes plásticas; Mara pintaba y hacía bellos collages con elementos ordinarios. En fin, como te dije, una verdadera diáspora.
Yo desmonté el departamento que tenía en ese entonces en la colonia Condesa, me quedé con tres mudas de ropa, dos libros (me deshice de una numerosa biblioteca), la máquina de escribir y una mochila de espalda para largos viajes. Durante casi cinco años viajé por todo México (estuve tres meses en la Sierra Tarahumara, experiencia de mis libros Híkuri y Peregrino). Luego recalé por Texas, Nuevo México, Arizona y California, hasta volver a la ciudad de México. Todavía seguí frecuentando a Mario Santiago, pero más a Víctor Monjarás-Ruiz, a Lorena de la Rocha y a Mara Larrosa.

JM: Me parece que nos regalas ahora una información preciosa, alimentando con originalidad una historia de la que se conocen sólo algunas facetas, muchas de ellas no exentas de estar envueltas en alguna bruma de ficción. Para terminar esta conversación, ¿nos podrías hablar un poco de ti y de tu obra?

JVA: Muy rápidamente, te digo que soy hijo de un carpintero y disidente obrero, Ignacio Anaya Portillo, y de Soledad Leal Bueno, hija del guerrillero villista Jesús Leal (cuyas hazañas se cantan en un corrido histórico). Nací en Villa Coronado, Chihuahua, el 22 de enero de 1947. Por muy diversas razones mi formación inicial fue bilingüe y bicultural (inglés-español, México-Estados Unidos). De allí proviene mi interés en la traducción. Mi primer esfuerzo en este sentido lo hice con el poema “El cuervo” de Edgar Allan Poe.
Influenciado por el 68 (participé en dicho movimiento), y ya en 1970, empecé a publicar en revistas y suplementos culturales de la ciudad de México. Y participé entonces en la revista Poesía Militante (con poetas como Edmar Salinas, Carlos Rodolfo Rodríguez de Alba, Max Ortega y Luis Antonio Gómez), donde nos propusimos difundir nuestros poemas entre los obreros en sindicatos, manifestaciones y huelgas. En la actualidad tengo publicados más de una veintena de libros, y he traducido también a más de 20 poetas de lengua inglesa. Y, bien lo sabes, he trabajado intensamente como periodista cultural.

3 comentarios:

  1. A José Vicente Anaya se le olvido decir que el antecedente del infrarealismo fue el grupo Zarazo.
    José Luis Martínez Ruiz

    ResponderEliminar
  2. No se le olvidó, el toro anaya cuenta lo que le conviene.

    ResponderEliminar
  3. Muy interesante. A través de las distintas versiones nos acercamos a una versión lo mås cercana a lo que realmente ocurrió.
    Benedicto Cerdà
    Escritor chileno

    ResponderEliminar

Entrevista Rojo-Amate I/II

Entrevista Rojo-Amate II/II

Lo más visitado