Releer a Rulfo desde otras miradas


Alberto Vital

EN SU TEXTO sobre la relación entre François Villon y Paul Verlaine, Paul Valéry se admiraba de que desde los remotísimos años de Villon y gracias a la versátil y bien medida poesía de éste, innovadora y clásica a la vez tanto en la forma como en el fondo, la poesía francesa gozara de una continuidad que no ha perdido pasados varios siglos. En México, no valorar como se debe a Juan Rulfo no le hace ningún daño al autor de Pedro Páramo; le hace un daño inmenso a la continuidad de la mejor tradición de la literatura mexicana, aun cuando Rulfo no cabe ni lejanamente en los límites de una literatura nacional y mucho menos regional, según lo recuerda el autor del preámbulo del libro que aquí nos ocupa, Jorge Zepeda.

No sólo en la literatura, sino en todos los órdenes, México puede definirse hoy como el país de la tradición de la fractura y de la fractura de la tradición; como un país donde la fractura se ha vuelto tradición y donde la tradición se fractura a cada paso. Ya están muy lejanos los tiempos en que, así fuera sólo en el arte, romper la tradición era necesario. Hoy más nos vale la continuidad dentro de una permanente renovación e innovación. Tradición, por cierto, no debe ser visto como un concepto conservador y pasivo. Es todo lo contrario: es traer el pasado a cuentas; es traer lo mejor del pasado, lo vivo del pasado, al sitio que le corresponde: el presente, el diálogo con el presente. Regatear los altísimos niveles de Juan Rulfo, ponerse remilgoso o astutamente elogioso-desdeñoso (o desdeñoso-elogioso) con él, no le hace, insisto, ningún daño al escritor y fotógrafo que es objeto de este libro. Nos lo hace a nosotros. Y el perjuicio es todavía mayor para los jóvenes escritores, investigadores o docentes que ya formamos parte, bien que mal, de la institución académica y del sistema literario.

El libro colectivo Juan Rulfo: otras miradas, animado por Víctor Jiménez, Julio Moguel y Jorge Zepeda y editado por Juan Pablos, la Fundación Juan Rulfo y distintas instancias del actual gobierno de Michoacán, es susceptible de ser visto como una aportación fundamental no sólo a la tarea de sanar esa fractura, sino, en otro orden de cosas, a la búsqueda de un modelo de arbitraje para la vida y la salud de dicho sistema. Pongo, sí, sobre la mesa, el concepto de arbitraje, pues Juan Rulfo: otras miradas merece ser visto como un volumen que sienta las bases de un modelo general de arbitraje y de un arbitraje concreto acerca del sistema de la literatura mexicana. Y nuevamente: Juan Rulfo no necesita ningún sistema alrededor suyo; es el sistema el que bien hará en constituirse o reconstituirse arbitrando con respecto al canon y colocando a Rulfo en su cúspide, aunque Rulfo se le salga de las manos y sea leído y apreciado mucho más allá de las fronteras de un sistema literario nacional, continental o de la lengua española.

Si me pongo a tono con los días próximos, diré que el sistema literario actual en México, y probablemente en todo el ámbito de la lengua española, es como una cancha de futbol con muchos partidos simultáneos, con jugadores buenos, regulares y malos, sin ningún árbitro (o ningún árbitro que se note y sea tomado en cuenta) y prácticamente sin público. Estadios vacíos: pocos, muy pocos lectores de literatura mexicana. Arbitrajes imperceptibles o inexistentes. Un sistema literario se conforma gracias a dos requisitos: 1) autonomía y 2) autosuficiencia. La ausencia de árbitros en México revela la falta de autonomía de nuestras letras, pues entonces no hay quien oriente al lector sobre las mejores producciones y anime a que se lean. La ausencia de público impide la autosuficiencia de la literatura mexicana, que depende entonces de políticas públicas de apoyo o que simplemente se diluye, se desvanece, pierde fuerza y pierde presencia pese a que existen buenos escritores.

Desde el principio, Rulfo se salió de los esquemas propios de un sistema que hacia los años cincuenta estaba terminando de consolidarse en México: no necesitó de árbitros locales porque tuvo, y muy buenos, árbitros internacionales. Y, si no hubiera tenido lectores locales, los habría tenido más allá de nuestras fronteras, también, por cierto, muy buenos. El presente volumen nos da testimonio justo de eso: de que lectores de la talla de Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Susan Sontag, Günter Grass, Kenzaburo Oé, Gao Xingjian y José María Arguedas, entre otros, hicieron ya irrelevante el hecho de que la crítica periodística se ocupara o no de la obra de Rulfo. El volumen asienta asimismo testimonios de aquellos otros lectores que, mediante la traducción, hacen patente una lectura agradecida y participativa.

En otra parte hice ya, también a propósito de Rulfo, un elogio de la medición y una medición del elogio. Para competir, así sea lúdicamente, con las ciencias duras que todo lo pueden medir y todo lo quieren y deben cuantificar, la ciencia literaria haría bien en crear un medidor de elogios y un calibrador de silencios interesados, esos silencios o ninguneos a los que tan afectos somos los mexicanos, para perjuicio, más temprano que tarde, de nosotros mismos. Un elogio de Jorge Luis Borges vale 100 puntos, pese a que no recibió el Premio Nobel. El elogio de Borges a Cien años de soledad vale cincuenta puntos, pues el autor argentino dijo que él hubiera dejado la novela de García Márquez en Cincuenta años de soledad: cien años son mucha soledad, concluyó el autor de El Aleph. Pues bien, si a un juez literario se le asignara una calificación entre 1 y 100 por la calidad de sus propias obras, de su trascendencia, de su claridad y valor ético, y si a cada juicio de cada juez se le asignara asimismo un valor de 1 a 100 por el nivel de admiración, entre absoluta o más o menos reticente, con respecto al texto o a la obra que se somete a juicio, tendremos que grandes escritores de dimensión mundial y con valor de 100 o poco menos le otorgan un 100 de admiración a Juan Rulfo. Esto nos permite, en última instancia, construir, de una vez por todas, nuestro canon en narrativa y poesía (o poiesis) colocando a Rulfo en el sitio de piedra angular: las desmoronadas piedras de Pedro Páramo son piedras angulares que en cualquier momento sirven de base para fundar o refundar una literatura (si el doctor José Narro ha dicho que urge refundar la República, nada nos cuesta subirnos al mismo carro y añadir que, de paso, también urge refundar el sistema literario mexicano). Si en algún momento se rompió el vínculo con Rulfo (hace un par de años el periódico Reforma entrevistó a uno o dos jovencitos ignotos y éstos se declararon alejados del escritor, poco afines a él; el periódico generalizó sin sustento y “cabeceó” con la noticia de que los jóvenes escritores ya no leen a Rulfo; si esto fuera cierto, habría que recurrir a Bertolt Brecht y decir que urge disolver al país entero, o por lo menos a las nuevas generaciones de plumíferos, y convocar a elecciones), el presente volumen nos puede ser sumamente útil para que recuperemos el puro y llano placer de acercarnos a nuestra piedra angular, desechada por más de un arquitecto autóctono (pero no por el arquitecto Víctor Jiménez).

En general, Juan Rulfo: otras miradas hace un aporte valiosísimo 1) a la teoría de la recepción en general y 2) a los estudios de la recepción de Rulfo en particular. 1) Proporciona un método para que trabajemos con las encuestas y otras prácticas periodísticas que cada cierto tiempo, en especial a finales de decenio, siglo o milenio, se preocupan por hablar de los libros del decenio, del siglo o del milenio. Una encuesta sola, aislada, puede ser una fuente de información insuficientemente objetiva. Varias encuestas en que se repitan ciertos títulos y autores ya nos estarán proporcionando datos muy sólidos para la construcción de un canon irrefutable. En varias encuestas internacionales, muy significativas, Pedro Páramo aparece como un nombre seguro, estable, necesario. Luego entonces, el cotejo o la compulsa de varias encuestas arrojará un saldo o lista de nombres y títulos a los que habrá que considerar parte del canon de la lengua o incluso del planeta. De la literatura mexicana, sólo Pedro Páramo alcanza ese nivel, si bien voces tan autorizadas como la de García Márquez nos insisten en que no olvidemos la dimensión de El Llano en llamas, la cual podría quedar opacada por el hecho de que los encuestados se ven en la obligación de disminuir y diseminar sus elecciones y ya no les es posible incluir El Llano en llamas. 2) La recepción nacional e internacional de Juan Rulfo es el caso de recepción mejor estudiado en México (y este dato es de suyo significativo); quizá con tropiezos, sin duda con errores, aun así es innegable que la crítica académica está haciendo su trabajo y está aportando variadas y valiosas investigaciones en torno a la recepción del autor nacido en Jalisco; el presente volumen se vuelve imprescindible para quienes quieren seguir proporcionando datos útiles a la hora de estudiar la recepción de literatura mexicana en general y la recepción nacional e internacional de Rulfo en particular.

Parte importantísima de esa recepción es el estudio de las traducciones. Traducir es unir literaturas. Es unir culturas, países. El traductor, humilde por naturaleza y por exigencia del oficio, es un gozne fundamental para la comprensión entre personas distantes. Gracias a traductores de más de 30 lenguas, Rulfo es disfrutado por millones de personas más allá de las fronteras del idioma. Este libro rinde homenaje a los traductores de Rulfo dándoles voz o permitiendo que se analicen las distintas estrategias y resultados de dicha labor, civilizada por excelencia.

Los tres editores merecen, por último, un buen elogio. Quienes hemos hecho o editado libros sabemos qué difícil es llevar a cabo una labor como la que significa sacar adelante cada una de las páginas de este tomo que alcanza las 485. No parece haber un solo error. Si los hay, son muy pocos. Encontré uno al azar: la encuesta de El País no se publicó el 1º de agosto de 2008, sino exactamente diez días después, ya que apareció en El País Semanal, publicación dominical, y el 1º de agosto de 2008 no fue domingo (p. 144). El 10 de agosto sí, dos días antes del cumpleaños de Clara Aparicio de Rulfo, la máxima musa de la literatura mexicana. La diferencia entre el 1º y el 10 es tan poco relevante que no hace sino demostrar, por contraste, que los editores han cuidado obsesivamente todos los detalles y que el volumen es sustancia pura para escritores, profesores, traductores e investigadores de recepción y de traducción.

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