Jorge Mansilla Torres
“Pensar alto, sentir hondo y hablar claro”
El maestro del Libertador Simón Bolívar se llamaba Simón Rodríguez y fue el gestor de una pedagogía de temprano anticolonialismo a partir de las ideas de Juan Jacobo Rousseau en la patria creada el sábado 6 de agosto de 1825. A Rodríguez se acercaron una mañana en la plaza de Chuquisaca unos jóvenes que le preguntaron por los requisitos a cumplir para ser considerados ciudadanos de la “República de Bolívar”, que ese fue el nombre original de Bolivia. El sabio venezolano les dijo que más que requisitos a presentar había tres principios éticos a cumplir para ser boliviano: “Pensar alto, sentir hondo y hablar claro”.
De eso se trató ser ciudadano en Bolivia. De tratar de cumplir aquella moral de vida formulada en los términos de la época: pensar la soberanía, sentir la independencia y hablar la libertad.
Las 47 asonadas y los embates del imperalismo
Alumbrada por las gestas de sus prohombres y héroes
populares, la República de Bolivia padeció también la oscuridad de tiranos y dictadores, a los que, empero, los patriotas nunca dieron tregua y menos estabilidad. Debido a ello, a la efimeridad de los gobiernos anticonstitucionales, los recopiladores de catástrofes nos contabilizaron 157 golpes de Estado hasta 1982, aunque, ajustadas las cuentas, no fueron tantas, sino sólo 47 asonadas militares triunfantes, con toma violenta del Palacio Quemado. Las últimas nueve, por cierto, desde 1964, alentadas por la embajada de Estados Unidos, patrocinadas por el Fondo Monetario Internacional y ejecutadas por los espadones proimperialistas.
Por esos casi siempre sangrientos avatares, la república se volvió escéptica de su tiempo histórico y despótica frente a su espacio geográfico.
Las poblaciones originarias, fuera de la historia
Los indígenas, que eran su mayoría naturales —cuando se fundó el país eran 85 por ciento y ahora oscilan entre 63 y 64 por ciento— y su fuerza de trabajo permanente, fueron los que llevaron la peor parte en la patria fundada por Bolívar. Sufrieron la secular discriminación de una casta republicanamente colonial y racista.
Las poblaciones originarias estaban en efecto en el mapa geográfico, pero no eran parte de la historia. Gente con nacionalidad, pero sin ciudadanía. Y así fue a lo largo de 180 años, con la aclaración de que los indios jamás renegaron de la imposición de Bolivia en sus territorios ni se extrañaron porque Simón Bolívar no los hubiese invitado a la fiesta inaugural.
No hubo cambio de piel social para los indios ni los negros, éstos ratificados en su esclavitud hasta 1862, en que un presidente revolucionario, Manuel Isidoro Belzu, les devolvió la libertad que habían perdido 300 años antes al ser arrancados de su África natal.
El extractivismo colonial
Desde 1548, año en que se descubrió la mayor montaña de plata del mundo en Potosí, y durante 157 años de quehacer republicano, Bolivia no pasó de ser un país obligado a vivir de la explotación de sus recursos minerales, naturales: plata, oro, cobre, estaño, zinc, petróleo. Extractivismo a secas, sin valor agregado alguno.
Nada es para siempre. La “rosca” —terminajo acuñado por los bolivianos para identificar a sus opresores oligarcas— imponía, en connivencia con el imperialismo y su embajada en La Paz, a los presidentes dizque demócratas y a los presidentes de facto durante 180 años.
1982: año parteaguas y tiempo
en que el neoliberalismo mandó parar
En 1982, las dictaduras militares se resquebrajaron por la indocilidad popular y porque Washington entendió que ese modelo de fuerza bruta ya no procedía en Bolivia. Los bolivianos recobramos sorpresivamente el ejercicio de la democracia.
Estábamos creyendo que nos dejarían solos, pero el sistema nos aventó el neoliberalismo cuyo mezquino pasatiempo fue darse a desprestigiar al Estado abriendo las puertas al diablo tentador: el mercado. En la “república aparente” —definición del pensador boliviano René Zavaleta Mercado, aquí en México precisamente— dio comienzo entonces una enloquecida privatización de los recursos naturales y de las históricas empresas estatales. En la vorágine de globalización a saco las centrales sindicales fueron desarboladas de sus conquistas sociales.
Los inversionistas foráneos aparecieron dueños de las materias primas con el cuento de la “capitalización”, una modalidad del saqueo con la gracia de bautizarnos a los bolivianos “socios” de las empresas capitalizadas para la repartija de las ganancias “iguales” en las partes del patrón león y el peón ratón. O sea: un inversionista que tiene 49 por ciento de la propiedad y nueve millones de habitantes que retienen 51 por ciento de las acciones… Un dueño que se agandalla el gran dinero y nueve millones de migajeros, de centaveros en discordia entre sí, porque no tienen acceso a los documentos del manejo real de los ingresos.
Entre azul y buenas noches —qué frase mexicana tan propicia— sufrimos la capitalización, mejor dicho la privatización del gas, petróleo, todos los minerales, electricidad, fundiciones, ferrocarriles, aviones, bancos, agua, telecomunicaciones, tierras. Tan desmedido era el lucro del mercado bajo el paraguas neoliberal que una trasnacional gringa, la Bechtel, que apareció propietaria del agua potable en Cochabamba, no había hecho ninguna inversión importante pero subió las tarifas en 100 por ciento, aparte de anunciar que reglamentaría el líquido de ríos, acequias, arroyos y lagunas.
“Ah, caray, ojalá nos dejen a precio bajito el agua de la lluvia…”, se pitorrearon los cochabambinos.
La primeras guerras populares del siglo XXI
Pero no. Del razonamiento chusco pasaron a la acción. Los vecinos se alzaron en armas y ocurrió la primera guerra popular del siglo XXI. En enero de 2000 los pobladores irrumpieron en las calles y enfrentaron a las fuerzas armadas que, para el caso, también habían sufrido privatización y defendían al mercado en desmedro del Estado, porque sus jefes se cuadraban con un sonoro: “¡Es su orden, mi capital!”. Resistió el pueblo y ganó la Guerra del Agua. La transnacional que pretendió administrar la sed popular se fue del país, expulsada. A secas.
Al impulso de esa dinámica rebelde, en octubre de 2003 los pobladores de El Alto de La Paz ganaron otra guerra trascendental, la del gas, el gran recurso energético de Bolivia para este siglo XXI. Esa gesta, que nos costó 63 muertos en una sola tarde —la del 17 de octubre de 2003— incluyó la huida a Estados Unidos del último presidente neoliberal, Gonzalo “Goni” Sánchez de Lozada, contra quien tenemos una demanda de extradición con orden de captura que, mientras se halle refugiado por sus amos en Estados Unidos, probablemente no logremos.
Pero la democracia dejó de ser la sirvienta del sistema y se convirtió en la madre, novia, hermana, compañera del pueblo organizado en su vida orgánica y en sus decisiones.
Evo Morales en la Presidencia
“Pensar alto, sentir hondo, hablar claro…” Porque la ciudadanía piensa patria, siente pueblo y habla voto, el indígena Evo Morales Ayma ganó la presidencia en 2006 con 54 por ciento de aprobación popular.
Dos años después, la oposición impulsó la figura ya constitucional del Referéndum Revocatorio de Mandato. Evo se sometió a esa prueba y fue ratificado en el mando nacional con 67 por ciento de los votos. El año pasado, en los comicios generales ordenados por la nueva Constitución, el Presidente, y el Vicepresidente Álvaro García Linera refrendaron su mandato con 64.08 por ciento de la voluntad electoral. Esos márgenes de victoria electoral, que no se habían dado en más de 80 años en el país, tienen correspondencia con la contundencia democrática y patriótica de un gobierno que le cumple al pueblo, que honra su palabra de reivindicaciones y realizaciones soberanas sin la presencia, por ejemplo, del Fondo Monetario Internacional.
En los primeros seis minutos de su primer discurso como Presidente Constitucional, el 22 de enero de 2006, Evo Morales rompió con el neoliberalismo, y acabó toda relación política con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Procedió a partir de ahí a encabezar un audaz proceso para recuperar lo que nunca debimos haber perdido.
Los recursos naturales en la nueva patria boliviana
En la actualidad todos los recursos naturales están bajo el poder y control soberano de los bolivianos. Todos. Los procesos de nacionalización y rescate ocurrieron sin que se disparara un tiro y ninguna transnacional se llame a estafa o retención ilegal de sus inversiones. Un ejemplo: antes del 1 de mayo de 2006, el gas boliviano estaba bajo control de 12 transnacionales. Luego de la nacionalización, las 12 empresas fueron invitadas a quedarse en el país en calidad de “socias”, ya no de “dueñas”. Bolivia no habría podido abordar la explotación e industrialización de su gas porque no teníamos tecnología, mercados ni capitales.
Las 12 empresas internacionales del gas se quedaron en el país y están trabajando allí regidas por la Constitución y con respeto a nuestros derechos soberanos. Ganan dinero. Claro que lo ganan, porque allí están desde 2006 y, además, invierten en prospección y nuevas formas de industria gasífera.
La nueva Constitución y el Estado Plurinacional
La república fundada por Simón Bolívar en 1825 dejó de ser tal en febrero de 2009, porque la nueva Constitución abrió todos los horizontes de participación legal y activa de sus habitantes, en especial de sus mayorías indias. Hoy somos el Estado Plurinacional, porque Bolivia se integró, y no al revés, a las 36 naciones originarias que habitan su geografía desde tiempos inmemoriales.
Patrias nuevas con su sabiduría de siglos, todas y cada una con su idioma propio, su identidad, su medicina, su organización social, su historia, sus danzas y cantos, sus maneras de imponer la justicia y ejercer la herbolaria. Y, lo más importante, cada día, como desde hace tres mil años o más, esos habitantes, ecologistas de raíz, despliegan su relación armónica y agradecida con la Naturaleza. En su escala sagrada de respetos, primero están los árboles, el aire y el agua, después los animales y, al final, ellos: la gente al servicio de la flora y la fauna.
“Vivir bien”: állin causay, suma q’amaña, ñan dereku, teko kavi, ivi maraie, khapaj ñan
De ellos estamos aprendiendo la doctrina vital del “vivir bien”, en la convivencia satisfecha y justa con todos. Vivir bien: állin causay, suma q’amaña, ñan dereku, teko kavi, ivi maraie, khapaj ñan, es decir 36 formas de decir “vivamos bien”. Para esto, las 36 lenguas nativas son ya idiomas oficiales constitucionalmente.
No es que nos enloquezcamos hablando tantos idiomas ni Bolivia sea una Torre de Babel. Sepan ustedes que, después de 2 años y 4 meses de febril castellanización del país con apoyo de Cuba y su método didáctico del “Yo sí puedo”, el 18 de diciembre de 2008 la UNESCO declaró a Bolivia “territorio libre de analfabetismo”. Esto lo comunico a ustedes con mi parte congénita, con mi idioma de madre, el quíchua: “Tucuy sonkoyhuan q’ancunata cay súmaj causay llajtaymanta willani…”
Ahora, al amparo de la Constitución redactada y aprobada por ellos mismos, está empezando el tiempo de las autonomías. No ha de ser fácil, pero tampoco vaya a pensarse que al otorgar autonomía a las regiones cada una de ellas será una republiqueta. No. Porque la democracia consiste en ponernos de acuerdo hoy para cuando no estemos de acuerdo; la Ley Marco de Autonomía y Descentralización que aprobó el gobierno de Evo en el pasado julio contiene cinco normas generales para su aplicación en cuatro niveles específicos (provincial, regional, municipal e indígena) que se atendrán al mandato supremo de respetar, defender y consolidar la integridad territorial y la unidad poblacional a prueba de todo, en especial del acecho de los separatistas... “Diversos, pero integrados”.
Es decir, superada la fase del apartheid republicano del “iguales, pero separados” que nos impuso la fundación de la república, vamos a avanzar democráticamente en la pluralidad de este principio: “diversos, pero integrados”. Tal práctica será lo singular de nuestra pluralidad. De esas cosas habló el Presidente Evo Morales a los mexicanos en su visita no oficial a México, la inolvidable tarde del domingo 21 de febrero en Coyoacán.
Bolivia es así una prueba de que otro mundo es posible si se ejerce la soberanía, si se cuestiona el control político colonial, si se encara y renuncia a la dependencia imperialista.
Ahora, cuando los pueblos del mundo soportan en su piel el resquebrajamiento del capitalismo salvaje con su cauda de sufrimiento social, desempleo y pobreza, Bolivia no resiente todos esos efectos de la crisis que carcome la esperanza de los pueblos. Somos el país con el superávit más elevado de nuestra historia. No hemos cerrado ninguna fábrica ni despedido masivamente a ningún sector.
Se vive mejor sin la influencia del FMI
Evo Morales dijo recientemente ante Naciones Unidas, en Nueva York, que Bolivia vive mejor y con más tranquilidad económica sin la presión política del imperio ni la nociva influencia del Fondo Monetario Internacional. Evo ha propuesto en la Asamblea General de la ONU, en las discusiones por el cumplimiento de los Objetivos del Milenio, que los países de América Latina, África y Asia fundemos un llamado Banco del Sur, un ente financiero más confiable y más nuestro frente a los designios despóticos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Y ha pedido que China —esa palpitante potencia mundial— sea parte aportante del Banco del Sur.
“Vamos a tener problemas”
Nada de esto que digo deberá ser tomado como un testimonio triunfalista, una alocución lírica. Bolivia no es una ínsula extraterrestre. Vamos a tener problemas, porque el enemigo no descansa y estamos, al parecer, en la víspera de una reacción desesperada de los sectores oligárquicos que ven sus arcas disminuidas y rajado su poder político. Puede empezar una temporada de terrorismo.
El imperio no cesa ni ceja en su empeño de derruir todo proyecto o realidad antiimperialista. La más reciente provocación contra nosotros fue consumada cuando Washington “descertificó” a Bolivia porque dizque no colabora lo bastante en la lucha contra el narcotráfico.
Por ese flanco podría sobrevenirnos incluso una guerra. Nuestra altiva y digna condición de sembradores de la hoja de coca, factor de dieta y evidencia biomédica desde tiempos inmemoriales, ya fue utilizada como
argumento y pretexto para volver a ocupar militarmente nuestro territorio, como en los años setenta, ochenta
y noventa del siglo pasado, cuando la DEA y la embajada norteamericana eran el supremo control del narcotráfico con cuarteles y oficinas en el trópico del Chapare. Ellos tenían pistas de aterrizaje de naves cuyos vuelos sólo ellos mismos autorizaban.
No digo que en Bolivia no haya narcotráfico, pero luego de expulsar a la DEA y al embajador gringo a comienzos de 2009 podemos decir que tenemos más eficacia para enfrentar el flagelo del tráfico de drogas. Estamos comprometidos en una campaña de todos contra el narcotráfico con la consigna de revalorizar, redignificar nuestra hoja de coca, y estamos comprobando que no hay mejor recurso ni estrategia que el control social de los propios cocaleros contra los narcos y los consumidores. No es gratuito que Evo Morales sea a un mismo tiempo el Presidente y el secretario general de las federaciones de cocaleros de Bolivia. Ello a pesar de los diabólicos considerandos de la DEA y los medios de prensa al servicio del sistema y del Plan Colombia.
Nuestro gobierno y el pueblo revolucionario tienen a los poderes mediáticos en contra. Desde que Evo asumió la presidencia no tuvo un día de tregua frente a la violencia escrita, visual y verbal de la mayoría de los medios sostenidos, eso sí, por los capitales oligárquicos o de plano por las empresas Prisa de España y la CNN.
Un futuro nuestro es posible
Ahora estamos llamando a nuestros compatriotas emigrados para que retornen a la patria. Les ofrecemos tierras labrantías en el valle y el trópico a cambio de una sola condición: que demuestren que regresaron al país y que se quedarán para siempre.
Y estamos consagrando nuestro futuro de aquí para adelante a la obtención del valor agregado para la vastedad de los recursos naturales. Queremos industrializar el país con el concurso de quienes se avengan a nuestras condiciones de seguridad jurídica y ganancias compartidas. Hacia 2025, cuando cumplamos 200 años de la fundación de Bolivia, quisiéramos estar en capacidad de exponer productos de manufactura final boliviana, obviamente comerciables.
Nuestras reservas de gas nos garantizan 150 años de beneficios; hay hierro en el Mutún para 90 años y tenemos litio, bendito regalo de la Pachamama guardado por millones de años en esa bella alcancía llamada el salar de Uyuni; tenemos reservas de litio para los mil años venideros. Es nuestro proyecto ser fabricantes de las baterías de litio para la industria automotriz, es decir, para producir la gasolina seca, limpia, ecológica que se empleará en breve.
El pasado 20 de septiembre se encontró, en la franja sur de Potosí, el más grande yacimiento de cobre del continente y, también, mediante trabajos prospectivos, más reservas de oro, plata y uranio en un sitio de disputa fronteriza entre Oruro y Potosí.
La Pachamama: clave regenerativa
El gobierno del Presidente Evo Morales hace girar sus logros democráticos, sus proyectos para generar riqueza y sus reconquistas culturales en los goznes de los derechos de la Madre Tierra. Vamos a explotar los recursos naturales con tecnologías que se atengan al respeto sagrado a los derechos de la Madre Tierra.
En esta traumática época del cambio climático, que desbarata la vida humana y descompone la relojería ecológica del planeta, el Estado Plurinacional de Bolivia se asume no como el país líder sino como el pueblo capaz de arrostrar a los autores del sobrecalentamiento global y sus terribles efectos en el aire, el suelo y el agua.
En abril pasado se realizó en Cochabamba el Primer Foro de los Pueblos contra el Cambio Climático y por los Derechos de la Madre Tierra, la Pachamama. Treinta y siete mil personas, entre ellas ocho mil delegados de 120 países, suscribieron una tesis para salvarnos del desastre climático. Ahora postulamos que la “Declaración de Cochabamba” sea tomada en cuenta en la próxima Cumbre de Cancún. Que se consideren democrática y serenamente las aportaciones de esa cumbre indígena-popular.
En tal dinámica, el pasado 28 de julio Bolivia logró que la asamblea plenaria de la ONU reconociera y aprobara, con 122 votos a favor, 42 abstenciones y ninguno en contra, que el agua potable y su saneamiento sean considerados un derecho humano básico. Consciente y puntual México votó con un sí a esa nuestra propuesta.
“La patria no es herencia de los padres, sino préstamo de los hijos”
Deseo culminar este texto con una frase hecha pueblo por nuestro proceso: “la patria no es herencia de nuestros padres, sino préstamo de los hijos”. Por esa gran razón, los bolivianos estamos prohibidos de negociar riquezas naturales por cuenta propia; todo yacimiento o filón pertenece a los que vienen. Nadie puede someter tampoco la independencia a ningún poder.
La sobrevivencia y los derechos de nuestros hijos son más importantes que todo porque ellos son la justificación del futuro. Evo Morales pronunció en Copenhague una definición conflictiva pero necesaria: “los derechos de la Madre Tierra son más importantes que los derechos humanos.”
Porque, en suma, nadie debe amar la patria porque es grande. La patria debe ser grande porque es amada.
“Pensar alto, sentir hondo y hablar claro”
El maestro del Libertador Simón Bolívar se llamaba Simón Rodríguez y fue el gestor de una pedagogía de temprano anticolonialismo a partir de las ideas de Juan Jacobo Rousseau en la patria creada el sábado 6 de agosto de 1825. A Rodríguez se acercaron una mañana en la plaza de Chuquisaca unos jóvenes que le preguntaron por los requisitos a cumplir para ser considerados ciudadanos de la “República de Bolívar”, que ese fue el nombre original de Bolivia. El sabio venezolano les dijo que más que requisitos a presentar había tres principios éticos a cumplir para ser boliviano: “Pensar alto, sentir hondo y hablar claro”.
De eso se trató ser ciudadano en Bolivia. De tratar de cumplir aquella moral de vida formulada en los términos de la época: pensar la soberanía, sentir la independencia y hablar la libertad.
Las 47 asonadas y los embates del imperalismo
Alumbrada por las gestas de sus prohombres y héroes
populares, la República de Bolivia padeció también la oscuridad de tiranos y dictadores, a los que, empero, los patriotas nunca dieron tregua y menos estabilidad. Debido a ello, a la efimeridad de los gobiernos anticonstitucionales, los recopiladores de catástrofes nos contabilizaron 157 golpes de Estado hasta 1982, aunque, ajustadas las cuentas, no fueron tantas, sino sólo 47 asonadas militares triunfantes, con toma violenta del Palacio Quemado. Las últimas nueve, por cierto, desde 1964, alentadas por la embajada de Estados Unidos, patrocinadas por el Fondo Monetario Internacional y ejecutadas por los espadones proimperialistas.
Por esos casi siempre sangrientos avatares, la república se volvió escéptica de su tiempo histórico y despótica frente a su espacio geográfico.
Las poblaciones originarias, fuera de la historia
Los indígenas, que eran su mayoría naturales —cuando se fundó el país eran 85 por ciento y ahora oscilan entre 63 y 64 por ciento— y su fuerza de trabajo permanente, fueron los que llevaron la peor parte en la patria fundada por Bolívar. Sufrieron la secular discriminación de una casta republicanamente colonial y racista.
Las poblaciones originarias estaban en efecto en el mapa geográfico, pero no eran parte de la historia. Gente con nacionalidad, pero sin ciudadanía. Y así fue a lo largo de 180 años, con la aclaración de que los indios jamás renegaron de la imposición de Bolivia en sus territorios ni se extrañaron porque Simón Bolívar no los hubiese invitado a la fiesta inaugural.
No hubo cambio de piel social para los indios ni los negros, éstos ratificados en su esclavitud hasta 1862, en que un presidente revolucionario, Manuel Isidoro Belzu, les devolvió la libertad que habían perdido 300 años antes al ser arrancados de su África natal.
El extractivismo colonial
Desde 1548, año en que se descubrió la mayor montaña de plata del mundo en Potosí, y durante 157 años de quehacer republicano, Bolivia no pasó de ser un país obligado a vivir de la explotación de sus recursos minerales, naturales: plata, oro, cobre, estaño, zinc, petróleo. Extractivismo a secas, sin valor agregado alguno.
Nada es para siempre. La “rosca” —terminajo acuñado por los bolivianos para identificar a sus opresores oligarcas— imponía, en connivencia con el imperialismo y su embajada en La Paz, a los presidentes dizque demócratas y a los presidentes de facto durante 180 años.
1982: año parteaguas y tiempo
en que el neoliberalismo mandó parar
En 1982, las dictaduras militares se resquebrajaron por la indocilidad popular y porque Washington entendió que ese modelo de fuerza bruta ya no procedía en Bolivia. Los bolivianos recobramos sorpresivamente el ejercicio de la democracia.
Estábamos creyendo que nos dejarían solos, pero el sistema nos aventó el neoliberalismo cuyo mezquino pasatiempo fue darse a desprestigiar al Estado abriendo las puertas al diablo tentador: el mercado. En la “república aparente” —definición del pensador boliviano René Zavaleta Mercado, aquí en México precisamente— dio comienzo entonces una enloquecida privatización de los recursos naturales y de las históricas empresas estatales. En la vorágine de globalización a saco las centrales sindicales fueron desarboladas de sus conquistas sociales.
Los inversionistas foráneos aparecieron dueños de las materias primas con el cuento de la “capitalización”, una modalidad del saqueo con la gracia de bautizarnos a los bolivianos “socios” de las empresas capitalizadas para la repartija de las ganancias “iguales” en las partes del patrón león y el peón ratón. O sea: un inversionista que tiene 49 por ciento de la propiedad y nueve millones de habitantes que retienen 51 por ciento de las acciones… Un dueño que se agandalla el gran dinero y nueve millones de migajeros, de centaveros en discordia entre sí, porque no tienen acceso a los documentos del manejo real de los ingresos.
Entre azul y buenas noches —qué frase mexicana tan propicia— sufrimos la capitalización, mejor dicho la privatización del gas, petróleo, todos los minerales, electricidad, fundiciones, ferrocarriles, aviones, bancos, agua, telecomunicaciones, tierras. Tan desmedido era el lucro del mercado bajo el paraguas neoliberal que una trasnacional gringa, la Bechtel, que apareció propietaria del agua potable en Cochabamba, no había hecho ninguna inversión importante pero subió las tarifas en 100 por ciento, aparte de anunciar que reglamentaría el líquido de ríos, acequias, arroyos y lagunas.
“Ah, caray, ojalá nos dejen a precio bajito el agua de la lluvia…”, se pitorrearon los cochabambinos.
La primeras guerras populares del siglo XXI
Pero no. Del razonamiento chusco pasaron a la acción. Los vecinos se alzaron en armas y ocurrió la primera guerra popular del siglo XXI. En enero de 2000 los pobladores irrumpieron en las calles y enfrentaron a las fuerzas armadas que, para el caso, también habían sufrido privatización y defendían al mercado en desmedro del Estado, porque sus jefes se cuadraban con un sonoro: “¡Es su orden, mi capital!”. Resistió el pueblo y ganó la Guerra del Agua. La transnacional que pretendió administrar la sed popular se fue del país, expulsada. A secas.
Al impulso de esa dinámica rebelde, en octubre de 2003 los pobladores de El Alto de La Paz ganaron otra guerra trascendental, la del gas, el gran recurso energético de Bolivia para este siglo XXI. Esa gesta, que nos costó 63 muertos en una sola tarde —la del 17 de octubre de 2003— incluyó la huida a Estados Unidos del último presidente neoliberal, Gonzalo “Goni” Sánchez de Lozada, contra quien tenemos una demanda de extradición con orden de captura que, mientras se halle refugiado por sus amos en Estados Unidos, probablemente no logremos.
Pero la democracia dejó de ser la sirvienta del sistema y se convirtió en la madre, novia, hermana, compañera del pueblo organizado en su vida orgánica y en sus decisiones.
Evo Morales en la Presidencia
“Pensar alto, sentir hondo, hablar claro…” Porque la ciudadanía piensa patria, siente pueblo y habla voto, el indígena Evo Morales Ayma ganó la presidencia en 2006 con 54 por ciento de aprobación popular.
Dos años después, la oposición impulsó la figura ya constitucional del Referéndum Revocatorio de Mandato. Evo se sometió a esa prueba y fue ratificado en el mando nacional con 67 por ciento de los votos. El año pasado, en los comicios generales ordenados por la nueva Constitución, el Presidente, y el Vicepresidente Álvaro García Linera refrendaron su mandato con 64.08 por ciento de la voluntad electoral. Esos márgenes de victoria electoral, que no se habían dado en más de 80 años en el país, tienen correspondencia con la contundencia democrática y patriótica de un gobierno que le cumple al pueblo, que honra su palabra de reivindicaciones y realizaciones soberanas sin la presencia, por ejemplo, del Fondo Monetario Internacional.
En los primeros seis minutos de su primer discurso como Presidente Constitucional, el 22 de enero de 2006, Evo Morales rompió con el neoliberalismo, y acabó toda relación política con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Procedió a partir de ahí a encabezar un audaz proceso para recuperar lo que nunca debimos haber perdido.
Los recursos naturales en la nueva patria boliviana
En la actualidad todos los recursos naturales están bajo el poder y control soberano de los bolivianos. Todos. Los procesos de nacionalización y rescate ocurrieron sin que se disparara un tiro y ninguna transnacional se llame a estafa o retención ilegal de sus inversiones. Un ejemplo: antes del 1 de mayo de 2006, el gas boliviano estaba bajo control de 12 transnacionales. Luego de la nacionalización, las 12 empresas fueron invitadas a quedarse en el país en calidad de “socias”, ya no de “dueñas”. Bolivia no habría podido abordar la explotación e industrialización de su gas porque no teníamos tecnología, mercados ni capitales.
Las 12 empresas internacionales del gas se quedaron en el país y están trabajando allí regidas por la Constitución y con respeto a nuestros derechos soberanos. Ganan dinero. Claro que lo ganan, porque allí están desde 2006 y, además, invierten en prospección y nuevas formas de industria gasífera.
La nueva Constitución y el Estado Plurinacional
La república fundada por Simón Bolívar en 1825 dejó de ser tal en febrero de 2009, porque la nueva Constitución abrió todos los horizontes de participación legal y activa de sus habitantes, en especial de sus mayorías indias. Hoy somos el Estado Plurinacional, porque Bolivia se integró, y no al revés, a las 36 naciones originarias que habitan su geografía desde tiempos inmemoriales.
Patrias nuevas con su sabiduría de siglos, todas y cada una con su idioma propio, su identidad, su medicina, su organización social, su historia, sus danzas y cantos, sus maneras de imponer la justicia y ejercer la herbolaria. Y, lo más importante, cada día, como desde hace tres mil años o más, esos habitantes, ecologistas de raíz, despliegan su relación armónica y agradecida con la Naturaleza. En su escala sagrada de respetos, primero están los árboles, el aire y el agua, después los animales y, al final, ellos: la gente al servicio de la flora y la fauna.
“Vivir bien”: állin causay, suma q’amaña, ñan dereku, teko kavi, ivi maraie, khapaj ñan
De ellos estamos aprendiendo la doctrina vital del “vivir bien”, en la convivencia satisfecha y justa con todos. Vivir bien: állin causay, suma q’amaña, ñan dereku, teko kavi, ivi maraie, khapaj ñan, es decir 36 formas de decir “vivamos bien”. Para esto, las 36 lenguas nativas son ya idiomas oficiales constitucionalmente.
No es que nos enloquezcamos hablando tantos idiomas ni Bolivia sea una Torre de Babel. Sepan ustedes que, después de 2 años y 4 meses de febril castellanización del país con apoyo de Cuba y su método didáctico del “Yo sí puedo”, el 18 de diciembre de 2008 la UNESCO declaró a Bolivia “territorio libre de analfabetismo”. Esto lo comunico a ustedes con mi parte congénita, con mi idioma de madre, el quíchua: “Tucuy sonkoyhuan q’ancunata cay súmaj causay llajtaymanta willani…”
Ahora, al amparo de la Constitución redactada y aprobada por ellos mismos, está empezando el tiempo de las autonomías. No ha de ser fácil, pero tampoco vaya a pensarse que al otorgar autonomía a las regiones cada una de ellas será una republiqueta. No. Porque la democracia consiste en ponernos de acuerdo hoy para cuando no estemos de acuerdo; la Ley Marco de Autonomía y Descentralización que aprobó el gobierno de Evo en el pasado julio contiene cinco normas generales para su aplicación en cuatro niveles específicos (provincial, regional, municipal e indígena) que se atendrán al mandato supremo de respetar, defender y consolidar la integridad territorial y la unidad poblacional a prueba de todo, en especial del acecho de los separatistas... “Diversos, pero integrados”.
Es decir, superada la fase del apartheid republicano del “iguales, pero separados” que nos impuso la fundación de la república, vamos a avanzar democráticamente en la pluralidad de este principio: “diversos, pero integrados”. Tal práctica será lo singular de nuestra pluralidad. De esas cosas habló el Presidente Evo Morales a los mexicanos en su visita no oficial a México, la inolvidable tarde del domingo 21 de febrero en Coyoacán.
Bolivia es así una prueba de que otro mundo es posible si se ejerce la soberanía, si se cuestiona el control político colonial, si se encara y renuncia a la dependencia imperialista.
Ahora, cuando los pueblos del mundo soportan en su piel el resquebrajamiento del capitalismo salvaje con su cauda de sufrimiento social, desempleo y pobreza, Bolivia no resiente todos esos efectos de la crisis que carcome la esperanza de los pueblos. Somos el país con el superávit más elevado de nuestra historia. No hemos cerrado ninguna fábrica ni despedido masivamente a ningún sector.
Se vive mejor sin la influencia del FMI
Evo Morales dijo recientemente ante Naciones Unidas, en Nueva York, que Bolivia vive mejor y con más tranquilidad económica sin la presión política del imperio ni la nociva influencia del Fondo Monetario Internacional. Evo ha propuesto en la Asamblea General de la ONU, en las discusiones por el cumplimiento de los Objetivos del Milenio, que los países de América Latina, África y Asia fundemos un llamado Banco del Sur, un ente financiero más confiable y más nuestro frente a los designios despóticos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Y ha pedido que China —esa palpitante potencia mundial— sea parte aportante del Banco del Sur.
“Vamos a tener problemas”
Nada de esto que digo deberá ser tomado como un testimonio triunfalista, una alocución lírica. Bolivia no es una ínsula extraterrestre. Vamos a tener problemas, porque el enemigo no descansa y estamos, al parecer, en la víspera de una reacción desesperada de los sectores oligárquicos que ven sus arcas disminuidas y rajado su poder político. Puede empezar una temporada de terrorismo.
El imperio no cesa ni ceja en su empeño de derruir todo proyecto o realidad antiimperialista. La más reciente provocación contra nosotros fue consumada cuando Washington “descertificó” a Bolivia porque dizque no colabora lo bastante en la lucha contra el narcotráfico.
Por ese flanco podría sobrevenirnos incluso una guerra. Nuestra altiva y digna condición de sembradores de la hoja de coca, factor de dieta y evidencia biomédica desde tiempos inmemoriales, ya fue utilizada como
argumento y pretexto para volver a ocupar militarmente nuestro territorio, como en los años setenta, ochenta
y noventa del siglo pasado, cuando la DEA y la embajada norteamericana eran el supremo control del narcotráfico con cuarteles y oficinas en el trópico del Chapare. Ellos tenían pistas de aterrizaje de naves cuyos vuelos sólo ellos mismos autorizaban.
No digo que en Bolivia no haya narcotráfico, pero luego de expulsar a la DEA y al embajador gringo a comienzos de 2009 podemos decir que tenemos más eficacia para enfrentar el flagelo del tráfico de drogas. Estamos comprometidos en una campaña de todos contra el narcotráfico con la consigna de revalorizar, redignificar nuestra hoja de coca, y estamos comprobando que no hay mejor recurso ni estrategia que el control social de los propios cocaleros contra los narcos y los consumidores. No es gratuito que Evo Morales sea a un mismo tiempo el Presidente y el secretario general de las federaciones de cocaleros de Bolivia. Ello a pesar de los diabólicos considerandos de la DEA y los medios de prensa al servicio del sistema y del Plan Colombia.
Nuestro gobierno y el pueblo revolucionario tienen a los poderes mediáticos en contra. Desde que Evo asumió la presidencia no tuvo un día de tregua frente a la violencia escrita, visual y verbal de la mayoría de los medios sostenidos, eso sí, por los capitales oligárquicos o de plano por las empresas Prisa de España y la CNN.
Un futuro nuestro es posible
Ahora estamos llamando a nuestros compatriotas emigrados para que retornen a la patria. Les ofrecemos tierras labrantías en el valle y el trópico a cambio de una sola condición: que demuestren que regresaron al país y que se quedarán para siempre.
Y estamos consagrando nuestro futuro de aquí para adelante a la obtención del valor agregado para la vastedad de los recursos naturales. Queremos industrializar el país con el concurso de quienes se avengan a nuestras condiciones de seguridad jurídica y ganancias compartidas. Hacia 2025, cuando cumplamos 200 años de la fundación de Bolivia, quisiéramos estar en capacidad de exponer productos de manufactura final boliviana, obviamente comerciables.
Nuestras reservas de gas nos garantizan 150 años de beneficios; hay hierro en el Mutún para 90 años y tenemos litio, bendito regalo de la Pachamama guardado por millones de años en esa bella alcancía llamada el salar de Uyuni; tenemos reservas de litio para los mil años venideros. Es nuestro proyecto ser fabricantes de las baterías de litio para la industria automotriz, es decir, para producir la gasolina seca, limpia, ecológica que se empleará en breve.
El pasado 20 de septiembre se encontró, en la franja sur de Potosí, el más grande yacimiento de cobre del continente y, también, mediante trabajos prospectivos, más reservas de oro, plata y uranio en un sitio de disputa fronteriza entre Oruro y Potosí.
La Pachamama: clave regenerativa
El gobierno del Presidente Evo Morales hace girar sus logros democráticos, sus proyectos para generar riqueza y sus reconquistas culturales en los goznes de los derechos de la Madre Tierra. Vamos a explotar los recursos naturales con tecnologías que se atengan al respeto sagrado a los derechos de la Madre Tierra.
En esta traumática época del cambio climático, que desbarata la vida humana y descompone la relojería ecológica del planeta, el Estado Plurinacional de Bolivia se asume no como el país líder sino como el pueblo capaz de arrostrar a los autores del sobrecalentamiento global y sus terribles efectos en el aire, el suelo y el agua.
En abril pasado se realizó en Cochabamba el Primer Foro de los Pueblos contra el Cambio Climático y por los Derechos de la Madre Tierra, la Pachamama. Treinta y siete mil personas, entre ellas ocho mil delegados de 120 países, suscribieron una tesis para salvarnos del desastre climático. Ahora postulamos que la “Declaración de Cochabamba” sea tomada en cuenta en la próxima Cumbre de Cancún. Que se consideren democrática y serenamente las aportaciones de esa cumbre indígena-popular.
En tal dinámica, el pasado 28 de julio Bolivia logró que la asamblea plenaria de la ONU reconociera y aprobara, con 122 votos a favor, 42 abstenciones y ninguno en contra, que el agua potable y su saneamiento sean considerados un derecho humano básico. Consciente y puntual México votó con un sí a esa nuestra propuesta.
“La patria no es herencia de los padres, sino préstamo de los hijos”
Deseo culminar este texto con una frase hecha pueblo por nuestro proceso: “la patria no es herencia de nuestros padres, sino préstamo de los hijos”. Por esa gran razón, los bolivianos estamos prohibidos de negociar riquezas naturales por cuenta propia; todo yacimiento o filón pertenece a los que vienen. Nadie puede someter tampoco la independencia a ningún poder.
La sobrevivencia y los derechos de nuestros hijos son más importantes que todo porque ellos son la justificación del futuro. Evo Morales pronunció en Copenhague una definición conflictiva pero necesaria: “los derechos de la Madre Tierra son más importantes que los derechos humanos.”
Porque, en suma, nadie debe amar la patria porque es grande. La patria debe ser grande porque es amada.
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