¿FUE USTED QUIEN PIDIÓ UN BOLAÑO?

Eduardo Pitta

Hubo un tiempo en que intercambiábamos libros como los drogadictos intercambian jeringas. Horas al hilo con Carson McCullers, Saul Bellow, Truman Capote, Mary McCarthy, Dashiell Hammett, Jack Kerouac, Edith Wharton y otros. Noches perdidas mientras discutíamos si El corazón es un cazador solitario o si Carpe diem. Kubrik y Truffaut obligándonos a salir a leer a Anthony Burgess y Ray Bradbury por culpa de Naranja mecánica y Fahrenheit 451. Primicias en una página literaria, en 1968, a cuenta de lo que Mike Nichols había hecho al Albee de ¿Quién teme a Virginia Woolf? Una temeridad: el niño entre los doctores.
Tiempo de protesta, descubrimiento y crecimiento: Bob Dylan y Jacqueline du Pré, Godard y Bodganovich, Chet Baker y Britten, Sartre y Érico Verissimo, Bacon y Lichtenstein, Kennedy y Régis Debray, Knopfli y T.S. Eliot, los Beatles y Joan Baez, Auden y Clarice Lispector, Hockney y Edward Hopper, Beckett y Arthur Penn, Mick Jagger y Mary Quant. Más que nada, tiempo. El tiempo se acabó. El tiempo de las posibilidades de un punch hecho a base de ron, Coca-Cola y Dramamine.
Cada época impone sus protocolos. En 1966 estaba prohibido no haber visto Blow-Up, de Antonioni. ¿Quién no discutió sobre el juego del gato y el ratón entre David Hemmings y Vanessa Redgrave? Hoy es un oprobio no haber leído 2666, de Roberto Bolaño. La traducción portuguesa de Cristina Rodríguez y Artur Guerra acaba de llegar a las librerías, no se sabe exactamente para qué, porque “toda la gente” leyó el libro en el original castellano o en las traducciones de Natasha Wimmer, Roberto Amutio y Christian Hanse (inglesa, francesa y alemana). Toda la gente. Eso deja fuera a los koalas. Quetzal Editores pensó en ellos.
Roberto Bolaño murió pronto. Tenía 50 años y 20 libros publicados. Las muertes prematuras provocan siempre un tumulto groupie. Con W.G. Sebald pasó lo mismo, aunque Sebald haya muerto con unos añitos de más. Pese a quedar inacabado se convirtió en un fenómeno en el mundo de habla inglesa. El escritor Benno von Archimboldi, personaje del libro (inspirado en el médico y bacteriólogo alemán Hans Conrad Julius Reiter) y probable alter ego del autor, suscita tesis que traen a los departamentos de Literatura Comparada en un enredo. Como Archimboldi, Reiter también publicaba bajo seudónimo. Al final, incluso para un nazi, la eugenesia, o mejoramiento genético, nunca dejó de ser materia sensible.
Bolaño nació en Chile, pero pasó su adolescencia e inicio de la edad adulta en México. En 1973 regresó a Santiago para luchar al lado de Allende. Pinochet tenía otros planes y el joven trotskista, fundador del Infra-Realismo poético (en aquel tiempo era sobre todo poeta) pasó ocho días en prisión. Quien lea Los detectives salvajes encontrará referencias al surrealismo punk que distinguía a este movimiento. Luego del intervalo chileno retorna a la diáspora. Esa etapa incluye la amistad con el poeta salvadoreño Roque Dalton, quien lo introduce en la guerrilla del Frente Farabundo Martí. Acusado de colaboracionismo con la cia, Dalton fue ejecutado a los 39 años por camaradas de una facción rival. Será entonces cuando Bolaño parta a Europa, donde lavará platos en restaurantes (le pasa a muchas buenas personas) antes de que le fuese otorgado el reconocimiento como escritor. Descontando su debut de 1984, con el pretexto de Morrison y Joyce y en coautoría con Antoni García Porta, su obra arranca en 1993 con La pista de hielo; sus poemas fueron compilados en Los perros románticos (2000), en una fase avanzada de enfermedad. Murió en Barcelona el 14 de julio de 2003. La fama le llegó en 2007, cuando Farrar, Straus and Giroux publicó Los detectives salvajes. Quedaba abierto el camino para 2666, que incluso como obra póstuma recibirá media docena de premios, entre ellos el inexpugnable National Book Critics Circle Award. Creo, aunque no lo juro, que habrá sido el único autor de lengua extranjera en haber recibido este galardón.
En un tiempo en que los escritores comienzan por ser profesores y acaban como escritores-residentes de las Ivy Leagues posibles, Bolaño es una reminiscencia de los tiempos del cólera.

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